Tras
el fallecimiento de Rafael Zabaleta, se sucedieron durante muchos años los
homenajes al pintor. Pero la importancia de su obra, el carácter social de la
misma y el reconocimiento de su figura como artista también despertaron agrias
polémicas en prensa. Ilustres partidarios y detractores del pintor se
enfrentaban en las páginas de la prensa especializada, lo que demuestra la
relevancia que Zabaleta y su obra habían adquirido durante la segunda mitad del
pasado siglo XX.
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Cartel de la exposición homenaje (1971) |
En
febrero de 1971, diez años después de su muerte, tuvo lugar en Barcelona
(Galería Adrià) una exposición homenaje a Zabaleta que provocó una de esas
controversias.
José
Pla[i] calificaba despectivamente
de «desagradable» la pintura de Zabaleta en una de sus «notas dispersas»
incluida en la revista Destino (nº
1744, 6 de marzo de 1971, página 15). Consideraba, además, que el interés por
sus obras (y por las de otros pintores como Picasso, Miró o Tàpies, según decía
en otra de sus «notas dispersas» de la misma fecha) obedecía a motivaciones
económicas, no a su valor artístico; por eso añadía: «Es una pena pero habrá
que repetirlo una vez más: lo único que tiene valor en la época presente es el
dinero; este es el criterio de la valorización único y válido».
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Cabecera de las "notas dispersas" de Pla en revista Destino |
Por
si no hubiera quedado suficientemente clara su opinión, escribía Pla: «más
preferiría tener en estas paredes un paisaje de Corot de Italia, un paisaje de
Sisley del norte de Francia y dos o tres bodegones de Cézanne».
La
crítica de arte y los pintores «castellanos» (no catalanes) tampoco escapaban a
sus ataques: «La crítica de arte de este país es lo más arcaico, lo más monótono,
lo menos crítico que se ha hecho en el mundo. Sin duda por esto vienen a exponer
a Barcelona tantos aficionados castellanos. […] Estos señores creen que son
genios […], creadores de un nuevo arte, y si no están seguros es que la cosa
por allí se anda».
Pero
centrémonos en su opinión sobre la exposición homenaje a Zabaleta:
El pintor Zabaleta. Se ha producido en
Barcelona una exposición de pinturas de este pintor, del que se habló en
Barcelona gracias al juez Rodríguez Aguilera, al arquitecto Pratmarsó y «tutti
quanti». Esto fue después de la guerra. En la exposición, hay muchos cuadros de
colecciones particulares.
Un cuadro, en realidad, no es nada. Es
importante por los ojos de la persona que lo mira y por sus sensaciones
particulares. Zabaleta es un pintor muy desagradable. Si los cuadros se compran
por lo que puedan tener de desagradables, yo no tengo nada que decir. Pero los
cuadros se compran siempre por otras razones.
-En casa tenemos un Zabaleta por el que
dan al parecer muchos miles de pesetas -me dice una señora de aquella época.
-¡Venda, señora, venda! ¡Cuánto ha
bajado la peseta!
Es
de suponer que Pla calificaba de «desagradable» la pintura de Zabaleta porque,
a diferencia de los paisajes de Corot o de Sisley que tanto le gustaban, era un
testimonio gráfico de la España profunda con un mensaje social evidente y un
sentido profundo nada decorativo, nada «agradable».
En el
mismo número de la revista Destino
(página 34), Daniel Giralt-Miracle[ii] publicaba un elogioso y
amplio artículo profusamente ilustrado[iii] titulado «Rafael
Zabaleta, apoteosis del cezannismo ibérico». En él comentaba que la exposición
homenaje de Galería Adrià era «cien por cien fiel al espíritu y a los
propósitos del autor» y señalaba cómo el pintor se había situado «al otro lado
de la barrera» del academicismo oficial como una de las pocas «mentes libres»
de España:
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Cabecera del artículo de Giralt-Miracle en revista Destino |
La obra de Rafael Zabaleta es y
representa algo muy peculiar dentro del decurso evolutivo de la pintura
española de eje castellano. Cuando la Academia privaba con todos sus rigores de
intransigencia y escolasticismo sometiendo de forma esclavista a las pocas y
espontáneas mentes libres que se manifestaban en España, Zabaleta, un humilde
hijo de Quesada, […] se lanza a lo que podríamos denominar la contestación del
«modus operandi» establecido. Inicialmente, su labor solo quiere ser una
manifestación libre y natural de su modo de ser, de su modo de sentir, de su
modo de ver la naturaleza; su labor no estaba poseída de ningún ánimo combativo
o beligerante, tan solo quería «ser» auténtica, pero esta autenticidad es la
que el absolutismo cortesano-académico prohibía insistentemente. Por ello, e
involuntariamente, Zabaleta se puso al otro lado de la barrera, al del enemigo.
Su tarea fue semejante a la de Cézanne, que se enfrentaba, no precisamente con
un arte cortesano, pero sí con una concepción de lo pictórico que solo defendía
el cuadro como una reproducción de la realidad, inaccesible mediante las
sensaciones más o menos refinadas, considerándolo una «tranche de vie».
A
este artículo de Giralt-Miracle respondió con acritud José Pla en otra de sus «notas
dispersas» incluida en el número 1745 (13 de marzo de 1971, página 11) de la
revista Destino:
La señorita
María Lluisa Borrás (directora en la
revista de la sección “La semana artística”),
por la que tengo una gran admiración por su sentido del trabajo, por su continuidad
y por su curiosidad, y que escribe una página, cada semana, en DESTINO, publica
en ella un papel sobre el pintor Zabaleta presentando su exposición como la
«apoteosis del cezannismo ibérico». Mi sorpresa ha sido grande. ¿Qué es esto
del cezannismo ibérico? ¿En qué consiste? ¿Qué tiene que ver la obra del pintor
de Aix-en-Provence con todo esto? El señor Giralt-Miracle, autor del artículo,
ha tenido el candor de acompañar su texto con cuatro reproducciones de la
exposición del pintor (véase nota 3).
Si hubiera solamente escrito, hubiera podido hacer creer que el pintor es la
apoteosis del cezannismo ibérico. Pero ha acompañado su papel con cuatro
reproducciones qué son exactamente lo contrario de la pintura de Cézanne. ¿En
nombre de qué razón -real o de ambiente, o de técnica de la concepción- pueden
compararse unos cuadros con otros? Yo tengo la seguridad de que Giralt-Miracle
ha visto algunas pinturas de Cézanne directamente, o al menos muchas
reproducciones del mismo. ¿En qué se basa esto de la apoteosis de su título? Si
fuera posible, pediría a la señorita Borrás, y a las personas de este país que
conocen a Cézanne, que dijeran si es posible alguna comparación.
La
respuesta de Giralt-Miracle no se hizo esperar. En el siguiente número de la
misma revista (Destino nº 1746, 20 de
marzo de 1971, página 9) publicó una carta al director titulada «El
“antizabaletismo” de Pla»:
Sr. Director de DESTINO:
La joven generación debe agradecer a
Josep Pla, el admirado maestro de nuestras letras, a quien seguimos semana tras
semana desde nuestra adolescencia, que finalmente haya hablado de nuevo de
"cosas de arte”, como lo hizo antaño y donde nos manifiesta ahora se salió
para no asfixiarse.
Aunque nos temíamos que este silencio
podía ocasionar un inevitable desfase al no seguir el decurso activo de las
artes, que por otra parte su obra literaria no acusaba. En la misma "nota
dispersa" donde de un plumazo desacredita la obra de Picasso, Miró,
Tàpies, etc., o parte de ella, así como la crítica de arte de este país, lanza
sus agudas invectivas al jiennense Zabaleta, a quien considera un pintor
desagradable. Un artículo mío titulado "Zabaleta, apoteosis del cezannismo
ibérico", publicado en DESTINO la semana del 6 de marzo, ha despertado sus
inquietudes. Pla considera "candorosa" la comparación de Zabaleta con
el cezannismo ibérico, incluso se pregunta qué puede ser esto. Frente a tal
incógnita solo puedo suponer que el señor Pla no se ha leído por completo el
artículo, pues solo comenta el título y las ilustraciones que se acompañan. El
texto desarrolla con suficiente amplitud el asunto. Además, como se sabe,
acostumbramos a entender por cezannismo ibérico toda la secuela que con 20 o 30
años de retraso llegó a este país como última página del naturalismo
ochocentista, tabla a la que al parecer el señor Pla aún se aferra en lo
pictórico, pues continúa prefiriendo en la pared de su casa -antiguo lugar
asignado a la pintura- un "paisaje" de Corot, un "paisaje"
de Sisley y dos o tres "bodegones" de Cézanne.
Para ello solo sacamos a colación unas
líneas inteligentes y atentas de Joan Teixidor -en su "media columna"
del mismo número- tituladas
"Paisaje y paisajismo", quien se da cuenta de que este tipo de
imágenes ya no puede ser repetido, a pesar de su espléndida belleza. "El
paisaje persiste, pero el paisajismo ha muerto… En el paisaje quedó prendida
para siempre la historia de los grandes paisajistas."
Además, como el señor Pla supone,
conocemos bastante bien -creemos- la obra de Cézanne "de visu" y
bibliográficamente, incluso hemos escrito alguna biografía suya para alguna de
nuestras enciclopedias. Continuamos considerando su obra importante para la
historia de la pintura al abrir una puerta en las experimentaciones pictóricas
que Zabaleta cerraría con el consecuente retraso ibérico.
Nuestro texto, "papel" para el
señor Pla, en uno de sus párrafos presentaba al pintor de Jaén como un cóctel
de "las búsquedas de Cézanne, los encuentros de Picasso y las soluciones
de Matisse", aunque todo ello sea a mucha distancia y menor altura.
Señor Pla, admirado maestro, creo que si
lee con atención el papel acertará a comprender que respecto al zabaletismo
estamos mucho más cerca de lo que usted cree, me atrevería a afirmar que
coincidimos totalmente -quizá por caminos diferentes, no importa-; pero no se
inquiete cuando citamos a Cézanne, persona que goza de sus máximos afectos,
pero que ya no es ni el abuelo de la pintura actual, que, dicho sea de paso,
goza también de algunos críticos, evidentemente excepciones, con capacidad
crítica y creativa.
Transmita mis más sinceros saludos al
señor Pla.
DANIEL
GIRALT-MIRACLE
Poco
después, Cesáreo Rodríguez-Aguilera se unió a la polémica publicando otra carta
al director de la revista Destino (nº 1748, 3 de abril de 1971, página 3) con
el título «Zabaleta y Cézanne», en la que se limitaba a recordar –para
cuestionar los conocimientos artísticos de Pla- unas palabras de Eugenio d’Ors:
Sr. Director de DESTINO:
En el número de DESTINO de 13 del
corriente mes, pregunta José Pla, "a las personas de este país que
conozcan a Cézanne”, que digan si es posible alguna comparación entre Zabaleta
y Cézanne. Me limito a enviarte una cita de Eugenio d'Ors, que sí conocía a Cézanne
y que en materia de arte sabía y entendía algo más que José Pla, con el ruego
de que la publique. En su artículo "El secreto de Rafael Zabaleta",
publicado en "La Vanguardia" del día 11 de abril de 1948, Eugenio
d'Ors afirma:
"Cézanne, a la voluntad de dicha,
del impresionismo, opuso la voluntad de orden. Zabaleta, al amor a la música,
contagiado a todas las artes cuando el fin de siglo, contrastó el amor a la
arquitectura, vocación nueva en nuestras horas. Cézanne, con todo su
revolucionarismo, intentó adaptarse a la norma del Salón de la Academia, del
Museo; Zabaleta, lo mismo. De las convenciones sociales, tan respetuosamente
puntual como había sido el uno quiere ser el otro. En la calidad de aprendiz,
que multiplica los ensayos en el mismo punto, hallaron el uno como el otro la
seguridad de una maestría".
Podría añadir algo más, pero me parece
que basta.
CESAREO
RODRIGUEZ-AGUILERA
Tres
meses después, el gran novelista Miguel Delibes, sin hacer referencia expresa a
la controversia sobre la pintura de Zabaleta hasta aquí expuesta, publicaba
también en la revista Destino (nº
1761, Barcelona 3 de julio de 1971, p. 36) una «nota» en la que elogiaba la
obra del pintor y «su persona, tímida, sencilla, muy alejada de poses y
dogmatismos». Resaltaba la resistencia de Zabaleta a convertirse en un «pintor
de corte» y aseguraba: « el mundo rural que Zabaleta levantó con los pinceles
es el que me hubiera gustado levantar a mí con la pluma». Terminaba afirmando
que «era un grande y como tal pervive y pervivirá».
Indudablemente,
en los años 70 del pasado siglo la obra de Zabaleta no solo pervivía, sino que
despertaba -como hemos visto- duras controversias entre los críticos de arte,
un privilegio reservado a los “grandes”. Y pervivirá si evitamos que hoy caiga
en un injusto olvido.
[i] Josep Pla i
Casadevall (1897 – 1981), prestigioso
escritor y periodista catalán.
[ii] Daniel Giralt-Miracle (Barcelona,
1944) es un prestigioso crítico, historiador de arte y profesor universitario.
[iii] Reproduce cuatro
obras de Rafael Zabaleta: «Campesino comiendo» (1950), «Campesinas y paisaje de Andalucía» (1952), «La familia del burro» (1959) y
(parcialmente) «El pintor y las
modelos» (1957).
Denota Pla cierto resentimiento, que no logro discernir. Encantado con la lectura. Gracias.
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