Este artículo fue publicado en el número 14 de la revista Sueños de Quesada (Quesada, 1 de agosto de 2025).
Como es bien conocido, el círculo de contactos y
amistades de Rafael Zabaleta en el mundo del arte y de la cultura fue
amplísimo, pese a su fama de hombre retraído. Tenía Rafael una muy buena
capacidad social; le gustaba relacionarse con personas relevantes que tuvieran
algún interés para él y sabía hacerlo.
La relación epistolar con cada una de ellas nos permite
conocer cuándo, cómo y por qué se relacionaron, y la índole de esa relación.
Nos permite asimismo corroborar el reconocimiento que, como artista y como
persona, recibió el pintor en vida.
Una de esas amistades de Rafael Zabaleta fue el gran
novelista Miguel Delibes (Valladolid 1920 - 2010), también dibujante e
ilustrador. Ambos se conocieron, según testimonio del escritor, en la última
exposición celebrada por el pintor en la Biblioteca Nacional de Madrid (Salas
de la Dirección General de Bellas Artes, mayo de 1959).
Poco
después de conocerse personalmente, Delibes escribía a Zabaleta una carta[1] (10 de junio de 1959) en
la que subrayaba el paralelismo existente entre las obras de uno y otro, algo
que recientemente (2023) ha puesto también de manifiesto la profesora Aparicio
González:
El tándem Zabaleta y Delibes no duda en representar la miseria o la indeseable situación de «lo local», heredero no solo de las consecuencias de la Guerra Civil española, o del franquismo, sino de una situación sobrevenida desde los últimos años del siglo XIX. […] Ambos, tanto el literato como el pintor, ofrecen testimonio gráfico de la España profunda…[2]
En su carta, Delibes decía:
Querido y admirado Zabaleta: Dos letras para agradecerle
una vez más su gesto de organizarme “una exposición para mí solo”. Por correo
separado le envío algunos de mis libros. Le diré una cosa: al parecer, y aunque
pintura y novela obedecen a medidas distintas, entre su manera de hacer con los
pinceles y la mía con la pluma hay un paralelo. Así me lo aseguran dos críticos
competentes y ello explica, sin duda, mi vehemente admiración por sus cuadros.
Es muy curioso todo esto de los particulares mundos del artista y de los medios
escogidos para expresarlos, tan curioso que justificaría una larga y reposada
meditación. Pero no es este el momento.
Reciba con mi gratitud y admiración, un cordial abrazo
Miguel Delibes
La referencia de Delibes al «gesto de organizarme una
exposición para mí solo» probablemente responda al hecho de que Zabaleta le
hiciera una especie de visita guiada a la exposición en la que se conocieron,
durante la cual probablemente hablarían de los medios que cada uno de ellos
había escogido (la pluma y los pinceles) para expresar “su mundo particular”,
unos mundos y unas “maneras de hacer” en cierta forma “paralelos”.
El pintor respondió al novelista a vuelta de correo
mediante carta fechada en Quesada el 14 de junio de 1959[3], en la que le corrobora
los «sorprendentes parentescos» existentes entre sus respectivas obras:
Querido amigo Delibes:
Recibí su carta y los tres libros que ha tenido la
gentileza de enviarme tan cálidamente dedicados. Muchas gracias; por todo le
quedo profundamente agradecido, ofreciéndole mi incondicional amistad y
admiración.
Yo quería escribirle pronto, pero V. se ha adelantado, y
hoy mismo lo hago enviándole un dibujo como recuerdo, ya que yo guardo uno tan
grato de V.
Sí que es misterioso y apasionante este mundo del arte en
que estamos metidos V. con las letras y yo con la pintura, y no cabe duda que
ofrece sorprendentes parentescos dentro de su gran familia.
Hoy mismo empezaré el “Diario de un cazador” ya que yo lo he sido empedernido, tanto, que mi verdadera fama local es en este terreno. Ya hace año (sic) que lo dejé, pero ha servido de mucho a mi pintura. Por ese instinto, yo también le he seguido el rastro, y ahora ya nos conocemos mejor, después de nuestro encuentro. Esperando que aumente y se consolide con el tiempo, reciba un fuerte abrazo de su buen amigo Rafael Zabaleta.
Del contenido de esta carta se desprende que Zabaleta y
Delibes ya se “habían seguido el rastro” antes de conocerse personalmente y que
su encuentro en Madrid fue el comienzo de una firme amistad.
Por otra parte, resulta curioso advertir que Zabaleta era
consciente, en su último año de vida, de que su «verdadera fama local» se debía
más a su condición de cazador que al hecho de ser ya un pintor reconocido y
valorado. Esto vuelve a evidenciar que en Quesada era extremadamente reservado
y apenas hablaba de su vida y de sus contactos fuera del pueblo.
La Fundación Miguel Delibes me ha facilitado una
fotografía del dibujo que Zabaleta envió al novelista como recuerdo y que su
familia conserva:
Indudablemente, Zabaleta y Delibes continuaron con su
relación epistolar. Aunque desconozco algunas de las cartas que se siguieron
intercambiando, de la última misiva del pintor que he podido consultar se
desprende que este le había pedido a Delibes que realizara gestiones
encaminadas a la edición y publicación de sus «Sueños en Quesada» (un proyecto
que Zabaleta persiguió con gran interés desde los años 40), y que el novelista
las había hecho, pero sin éxito de momento.
Esa carta, fechada en Quesada el 26 de septiembre de 1959[4], es la siguiente:
Querido amigo Delibes:
Recibí tu carta, agradeciendo tu gestión.
Las noticias que me envías me parecen lógicas, pues la
situación económica es delicada y los negocios están a la espera. Como tú
dices, se encontrará un cauce, y entonces será la ocasión de abordar la edición
de mis dibujos.
¿Qué tal va tu vida? Me alegraré que trabajes y estés en
paz. Yo regresé de Santander el 21 de Agosto, y desde entonces más que pintar
estoy haciendo una serie de dibujos grandes (100 x 70) para la próxima Bienal
de Venecia. En este momento hago punto, y cogeré de nuevo los pinceles, no por
mucho tiempo, pues quiero a mediados de Octubre hacer otra salida, no sé fijo
dónde, si a Madrid, Barcelona, o a París, ya veremos.
Te repito mi agradecimiento a tu gestión, y hasta cuando
quieras, ya sabes dónde tienes a tu buen amigo
Rafael Zabaleta.
Como podemos observar, en esta carta Zabaleta ya tutea a
Delibes, a diferencia de la anterior, lo que significa que habían ido desarrollando
rápidamente un mayor grado de confianza y amistad. La inesperada y temprana
muerte de Rafael interrumpió la relación personal entre ambos creadores, pero
años después (1971), en la revista Destino,
donde fue publicando una serie de «notas» a modo de diario, Delibes recordaría
así a Zabaleta:
9 de febrero.- La galería de arte Adrià me invita a la Exposición homenaje al pintor Rafael Zabaleta que hoy se inaugura en Barcelona. Mi pasajera (eso espero, al menos) invalidez me impide desplazarme, cosa que hubiera hecho con gusto en circunstancias normales, ya que para mí Zabaleta ha sido uno de los grandes pintores españoles del siglo (el mundo rural que Zabaleta levantó con los pinceles es el que me hubiera gustado levantar a mí con la pluma). También admiré siempre en Zabaleta su resistencia a convertirse en un pintor de corte. Gracias a ello, Zabaleta siguió viendo a los campesinos, tesos y olivares de Ouesada, tal como son, sin sofisticar, por la sencilla razón de que Zabaleta no solo los veía, sino que los sentía (convivían). Yo conocí al pintor en la última exposición celebrada por él en la Biblioteca Nacional de Madrid. Me gustó también su persona, tímida, sencilla, muy alejada de poses y dogmatismos. Yo deseaba un cuadro suyo con toda mi alma, pero Zabaleta vendía caro, es decir caro para mí que no tenía una perra. Después cambiamos unas cartas (Valladolid-Ouesada, Ouesada-Valladolid) y me regaló el apunte de un desnudo que conservo como oro en paño. Los temores de Zabaleta a ser eclipsado -devorado- por la pintura de vanguardia ya empieza a verse que carecían de fundamento. Él era un grande y como tal pervive y pervivirá. (Delibes, M.: «Notas», Destino nº 1761, Barcelona 3 de julio de 1971, p. 36).
Llama poderosamente la atención comprobar cómo Delibes
admiraba la resistencia de Zabaleta a convertirse en un «pintor de corte», es
decir en un artista al servicio del principio clásico del “decorum” (“lo
apropiado”, “lo adecuado”, o sea, “lo políticamente correcto”). De nuevo un
ilustre escritor fue capaz de captar el sentido profundo de la pintura de
Rafael Zabaleta, como también hicieron con gran acierto algunos otros, como
Gerardo Diego o José Hierro.
Sin duda, por eso afirmaba Delibes en 1971 que el mundo
rural que Zabaleta levantó con los pinceles es el que le hubiera gustado a él
levantar con la pluma. El novelista lo haría con gran maestría en algunas de
sus novelas posteriores. Pienso que si Rafael no hubiera fallecido tan joven
podría perfectamente haberle ilustrado a Miguel su novela Los santos inocentes (1981).
Finalmente, deberíamos esforzarnos en no defraudar la
confianza que mostraba el escritor en que Zabaleta pervivirá sin ser
«eclipsado», y no solo por la pintura de vanguardia, sino por motivos o intereses
ajenos a sus propios méritos como pintor y como persona «muy alejada de poses y
dogmatismos».
Sirva este modesto artículo para mostrar la estrecha
relación existente entre dos grandes creadores y el paralelismo que ellos
mismos observaban en sus respectivas obras.
[1] Agradezco al Museo Zabaleta de Quesada (Jaén) y a su directora, Rosa Valiente, que me hayan facilitado esta carta.
[2] Aparicio González, María Jesús. Analogía pictórica de la figura femenina en las novelas de Miguel Delibes. En Ballesteros Dorado, Ana Isabel y Ariza González, Fernando (coord.). Miguel Delibes: encuadres y figuras en una España cambiante (pp. 169-170). Madrid, Iberoamericana Verbuert, 2023.
[3] Carta generosamente facilitada por la Fundación Miguel Delibes, con signatura AMD, 5, 102.
[4] Carta también facilitada por la Fundación Miguel Delibes, con signatura AMD, 5, 147.



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